Lágrimas de sangre
que dejan tus huellas en mi rostro.
Saben amargas
como el recuerdo de aquel último beso,
fugaz, efímero, dado sin pretenderse un fin,
queriendo dar espacio a muchos besos más.
Te fuiste y todo cambió.
Sólo me queda el saber que te di una parte
de lo mejor de mi;
y la sal de estas lágrimas quemándome las mejillas.
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