El cielo estalla sobre mi cabeza gimiendo trozos de piedra que rebotan en mis oídos.
No quiero escucharte más.
La corteza de los árboles resuena en mi voz; madera seca, espiga de trigo.
No debo hablarte más.
Se anudan sogas a mis muñecas, grietas en mi piel, resina de pino.
No puedo tocarte más.
Mi sexo busca, anhela, se pierde, se seca, se muere; atrofia de la desesperanza.
No quiero desearte más.
Mis venas vomitan un absurdo vacío; un grito lamentable, casi patético.
Te busco, te llamo... no te encuentro
Solo me odio por no saber
Dejar de esperarte.
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